jueves, 18 de septiembre de 2008

El sentido del trabajo

Con ese término tan de moda y a la vez tan vulgar, se podría decir que los escritos de Saint Exupéry no son actualmente "políticamente correctos". ¿Por qué? Pues porque son un continuo canto a la excelencia, a la búsqueda de lo singular y único, que está por encima de todo lo vulgar y cotidiano. Es el canto a la superación espiritual, a la nobleza de los sentimientos, a la aristocracia de los hombres. Veamos un ejemplo en este párrafo que habla sobre el trabajo:
Pues no te engañes sobre el sentido del trabajo. Hay trabajos urgentes. Como el de las cocinas de mi palacio. Pues si no hay alimento no hay hombre. Y conviene que primero sean alimentados los hombres, vestidos y abrigados. Conviene que sean, simplemente. Y tales servicios son urgentes ante todo. Pero lo importante no es eso sino su calidad única. Y las danzas, los poemas, los cinceladores de los pisos de arriba, y el geómetra y el observador de las estrellas, que permiten ante todo el trabajo de las cocinas son los únicos que honran al hombre, y que le dan un sentido.
Luego, cuando viene aquel que no conoce más que las cocinas que en efecto han acarreado realidades para las balanzas y huesos para los perros, le prohíbo hablar del hombre pues olvidará lo esencial, a la manera del ayudante que no considera en el hombre más que su aptitud para el manejo de las armas.
¿Y para qué se ha de danzar en su palacio, cuando las danzarinas enviadas a las cocinas te enriquecerían con un suplemento de alimento? ¿Y para qué se ha de cincelar jarros de oro, cuando si se envían a los cinceladores a las canteras de los jarros de estaño se dispondría de más jarros? ¿Y para qué tallar diamante, y para qué escribir poemas, y para qué se observan las estrellas, cuando no tienes más que enviar a ésos a cultivar el trigo para tener un suplemento de pan?
Mas como en tu ciudad faltará algo que es para el espíritu y no para los sentidos, te verás obligado a inventarles falsos alimentos, que no valdrán nada y les buscarás fabricantes que les fabriquen poemas, autómatas que les fabricarán danzas, prestidigitadores que del vidrio tallado extraerán diamantes. Y ellos tendrán la ilusión de vivir. Aunque sean sólo la caricatura de la vida. Puesto que habrán confundido el sentido verdadero de la danza, del diamante y del poema, que te alimentarán con su parte invisible a condición de ser escalados, con un forraje para pesebres. La danza es guerra, seducción, asesinato y arrepentimiento. El poema es ascensión de montaña. El diamante es un año de trabajo cambiado en estrella. Mas le faltará lo esencial.
Cap. CXIII

jueves, 21 de agosto de 2008

Los contrarios

Uno de los "letimotiv" de Saint Exupéry es el uso incorrecto de las palabras para confundir, para convencer o para demostrar lo que no nos aporta nada a la vida. Ya vimos anteriormente cómo critica la lógica que se basa sólo en argumentos. En este caso veremos critica la busca de contradicciones por el uso de la lógica simplista de "si no es blanco, debe ser negro" o del "quien no está conmigo está contra mí". Con esta tipo de dualismos no vamos a ninguna parte. Nos sirve más la lógica de la inclusión, de la aceptación de las diferencias, de la convivencia con los contrarios, que como veremos en otra ocasión, son los que fundan nuestro ser.
Luchas contra el mal -le dije-, y toda lucha es una danza. Y obtienes tu placer del placer de la danza, luego del mal. Yo preferiría que danzaras por amor.
Pues si fundo un imperio donde nos exaltemos por causa de los poemas, vendrá la hora de los lógicos que razonarán sobre esto y te descubrirán en los contrarios a los poemas los peligros que amenazan a los poemas; como si existiera el contrario de alguna cosa en el mundo. Y te nacerán entonces los policías, que confundiendo el amor con el odio al contrario del poema, se ocuparán, no ya de amar, sino de odiar. Como si se equivaliera el amor del cedro con la destrucción del olivo. Y enviarán a la cárcel ya sea al músico, ya al escultor, ya al astrónomo, según el azar de razonamientos que serán estúpido viento de palabras y débil temblor de aire. Y mi imperio perderá entonces, porque vivificar el cedro no es destruir el olivo ni rechazar el aroma de las rosas. Planta en el corazón de un pueblo el amor por el velero y te drenará todos los fervores de su territorio para cambiarlos en velas. Mas tú quieres, en persona, presidir los nacimientos de las velas persiguiendo y denunciando y exterminando a los heréticos. Pero ocurre que todo lo que no es velero puede ser denominado contrario del velero; porque la lógica puede ser llevada adonde tú quieras. Y de depuración en depuración exterminarás a tu pueblo; pues ocurre que cada uno ama también otra cosa. Aun más, exterminarás al velero; porque el cántico del velero se había transformado para el que hace los clavos en el canto de la herrería. Lo meterás en prisión. Y no habrá más clavos para el navío.
Cap CXVIII

sábado, 26 de julio de 2008

El motor de la acción (II)

¿Es la lógica la que nos impulsa a la acción? No, como mucho nos puede convencer, pero eso no significa que nos transforme interiormente. Siempre hay algo por encima de las cosas que es la que nos ata a ellas, es ese campo de fuerzas del que habla Saint Exupéry. Y esto tiene sentido dentro de un ceremonial, de unos ritos que no tienen valor por el rito en sí, sino por lo que esconden de grandeza y de unión con el universo.
Y no he visto que los hombres se transformaran por los argumentos de los lógicos, ni los he visto convertirse honradamente bajo el énfasis de un profeta bizco. Mas, al haberme dirigido a ellos en la esencia, por el juego de un ceremonial, los he abierto a miluz.
Reclamas el amor contra las reglas que lo prohíben. Y esas reglas han fundado el amor. Y la melancolía de no sentir el amor, la cual debes a las reglas, es ya amor.
El deseo del amor es el amor. Porque no sabrías desear lo que no has concebido todavía.
Cap. CXCIV

viernes, 20 de junio de 2008

El motor de la acción (I)

Saint Exupéry no da tanta importancia a la razón, a la argumentación dialéctica como fuente de la acción, o de proporcionarnos un sentido de la vida. Ciertamente yo soy bastante racional, porque creo que es uno de nuestros vehículos superiores, uno de los elementos que realmente nos hacen hombres, que nos distinguen de los animales. Y que es preferible moverse por impulsos racionales antes que por puras emociones. Entonces, ¿dónde está la diferencia?, ¿está defendiendo Saint Exupéry la motivaciones impulsivas o irracionales? No. Porque no debemos olvidar que aunque la razón nos hace más humanos, hay todavía un elemento superior a ella. En la antigua India lo llamaban Manas, que se suele traducir como Mente, pero en el sentido de mente universal o mente inegoísta. También se puede identificar con el Amor que nos integra con los demás a pesar de las diferencias. En lenguaje de Saint Exupéry, es una inclinación, es lo que nos integra e identifica más allá de las aparentes diferencias, el nudo que ata todas las cosas, es un campo de fuerza que nos mantiene unidos. En lenguaje actual se diría que es un sentimiento holístico o de globalidad. Pero vayamos a nuestro texto de hoy:
No olvides que tu frase es un acto. No se trata de argumentar si deseas hacerme obrar. ¿Crees que voy a determinarme por argumentos? Encontraré mejores contra ti.
¿O has visto a alguna mujer reconquistar su amor por un proceso que pruebe que ella tiene razón? (...)
Para fundar en ti el amor hacia mí, hago nacer a alguien que está en ti, que es para mí. Yo no te diré mi sufrimiento porque eso te disgustaría conmigo. No te haré reproches: ellos te irritarían con justicia. No te diré las razones que tienes para amarme, porque no las tienes. La razón de amar es el amor. No me mostraré tal como me querías. Porque a ése ya no lo quieres. De otra manera, aún me amarías. Pero te educaré para mí. Y si soy fuerte, te mostraré un paisaje que te convertirá en amigo mío.
Cap. CXXXVII

sábado, 24 de mayo de 2008

La perfección (I)


¡Qué argumentos más precisos nos ofrece A. Saint Exupéry sobre la perfección! Algunos de nosotros nos obsesionamos con llegar a alcanzar la perfección, y otros sin embargo huyen de ello a toda costa, por el miedo a llegar a la obra maestra. La opinión que leemos en Ciudadela es más equilibrada:
Me espantaban los funcionarios de mi imperios porque se mostraban optimistas:
- Eso es bueno -decían-. La perfección está fuera del alcance.
Por cierto, está fuera del alcance la perfección. No tiene otro sentido que el de la estrella para guiar su marcha. Pero la marcha únicamente cuenta y no existen en ella provisiones en cuyo seno puedas detenerte. Pues entonces muere el campo de fuerza que te anima y he aquí que eres como un cadáver.
Y si alguno descuida la estrella, es que quiere detenerse y dormir. ¿Y dónde te asientas? ¿Y dónde duermes? No conozco lugar de reposo. Porque si tal lugar te exalta es porque es un objeto de tu victoria. Pero otro es el campo de batallas donde respiras las victoria nueva, otro ese camastro que te fabricas cuando pretendes vivir.
Cap. CLIV

martes, 6 de mayo de 2008

Centinela dormido

En Ciudadela hay un larguísimo capítulo dedicado a cuando hace una visita a un centinela dormido. En sus párrafos leemos una auténtica moral de héroes, de hombres que cumplen su cometido por encima de todas las dificultades y de cómo el incumplimiento conlleva una actuación implacable que es al mismo tiempo una enseñanza para quien comete el error, como para la salud moral del resto del imperio.
Centinela dormido. Vanguardia de los enemigos.
es la tajante afirmación de Saint Exupéry. Sigamos leyendo:

He aquí que tú duermes. Centinela dormido. Centinela muerto. Y yo te miro con espanto pues en ti duerme y muere el imperio. Lo veo enfermo a través de ti porque es un mal signo que me delega centinelas para dormir...
Pero en mi piedad se alzaba un litigio nuevo e inesperado. Pues sólo los imperios fuertes siegan las cabezas de los centinelas dormidos, pero estos imperios que ofrecen centinelas para dormir, no tienen ya derecho a segar nada. Porque importa comprendes bien el rigor. No es cortando las cabezas de los centinelas dormidos como despiertan los imperios; es cuando los imperios se han despertado que se cortan las cabezas de los centinelas dormidos. Otra vez confundes aquí el efecto con la causa. Y viendo que los imperios fuertes cortan las cabezas, tú quieres crear tu fuerza cortándolas, y no eres más que un bufón sanguinario.
Funda el amor y fundarás la vigilancia de los centinelas, y la condenación de los que duermen, pues en este caso son ellos mismos que han tronchado el imperio.
Cap. CVIII

domingo, 20 de abril de 2008

Construirse a uno mismo (II)

La imagen del post anterior, la del Hombre que se construye a sí mismo a base de superar las dificultades me atrae enormemente. No crecemos con las evidencias, con la falta de conflicto, sino con la superación e integración de la diversidad.

En el post de hoy, continuación del capítulo anterior, Saint Exupéry nos completa su visión del Hombre como un proyecto, como un camino hacia una meta que quizá nunca se alcance, eso no importa, pero que es la que marca nuestro crecimiento, como un árbol...

Pero hay árboles de la ciudad que el viento de arena no amasa. Hay hombres débiles que no pueden superarse. Hacen su felicidad con una felicidad mediocre, luego de haber suicidado la parte noble. Se detienen en una posada para toda la vida. Han abortado de sí mismos. Y poco me importan qué es de ellos o cómo viven. Renuncian a escuchar la voz de Dios que es necesidad, búsqueda y sed inexpresable. No buscan el sol como lo buscan ene el espesor de la selva esos árboles que jamás lo lograrán como provisión o reserva porque la sombra de los otros ahoga cada árbol, persiguiéndolo en su ascensión, modelados como columnas, gloriosos y lisos, brotados del suelo y transformados en potencia por la persecución de su dios. Dios no se alcanza; pero basta que se proponga, para que el hombre se construya en el espacio como un ramaje.
Cap. XLIX

domingo, 6 de abril de 2008

Construirse a uno mismo (I)

Siempre me cautivaron las imágenes que nos da Saint Exupéry acerca de cómo conseguir ser un Hombre (ahora, por lo del lenguaje sexista debería decir un "ser humano"). De hecho, la temática principal de Ciudadela es ésa precisamente. Hace mucho tiempo (en un libro que perdí y nunca más he vuelto a encontrar, pues no recuerdo el título) leí que en Saint Exupéry se notaba la influencia de F. Nietzsche. Estaba bien fundamentado, pero desde entonces he leído otras biografías suyas y nadie más lo menciona. Vayamos al extracto de su libro
¿De dónde deduces que el cedro ganaría al evitar el viento? El viento lo desgarra pero lo funda. Mal sabio el que separa el bien del mal. Buscas un sentido a la vida, cuando ese sentido es, en primer lugar, llegar a ser uno mismo, y no ganar esa paz miserable que tiende hacia el olvido de los litigios. Si algo se opone a ti y te desgarra, déjalo crecer, que así afianzas raíces y te renuevas. ¡Bienvenido el desgarramiento que te impulsa al parto de ti mismo! Pues ninguna verdad se demuestra y se consigue con las evidencias. Y las que te proponen son arreglos cómodos y semejantes a drogas para dormir.
Cap. XLIX

sábado, 15 de marzo de 2008

El sentido de la vida (III)

Antes de seguir con el sentido de la muerte, volvamos a las enseñanzas sobre la vida del padre del Caíd de nuestra Ciudadela.

-Quiero que amen -terminó diciendo- las aguas vivas de las fuentes. Y la superficie tersa de la cebada verde recosida sobre las resquebrajaduras del verano. Quiero que glorifiquen la vuelta de las estaciones. Quiero que se nutran, semejantes a frutos acabados, de silencio y lentitud. Quiero que lloren largo tiempo sus duelos y que honren largo tiempo a sus muertos, pues la herencia pasa lentamente de una a otra generación y no quiero que pierdan su miel en el camino. Quiero que sean semejantes a la rama del olivo. La que aguarda. Entonces comenzará a hacerse sentir en ellos el gran balance de Dios que viene como un soplo a probar el árbol. Los conduce y vuelve a través del alba a la noche, del verano al invierno, de las cosechas que despuntan a las cosechas entrojadas, de la juventud a la vejez; de la vejez luego a los nuevos niños.
Cap. I

domingo, 2 de marzo de 2008

El sentido de la muerte (I)

Si fascinante es la concepción de la vida en Saint-Exupéry, como hemos visto en blogs anteriores, el sentido de la muerte y especialmente del respeto a los muertos y a los cementerios, me sorprendió cuando lo leí por primera vez hace muchos años. Al releerlo ahora, 30 años después y con la reciente transformación y materialización del mundo y el olvido a la muerte, me resulta muy chocante. Espero volver sobre ello en próximos blogs.

Y me sobrevino la gran serenidad de la permanencia.

Porque nada puedes esperar si las cosas no duran más que tú. Y me recuerdo de esa población que honraba a sus muertos. Y la piedad sepulcral de cada familia, uno después de otro, recibía a los muertos. Y ellas eran las que establecían esta permanencia.

-¿Sois felices? -pregunté.

-Y cómo no serlo, sabiendo dónde iremos a dormir.
Cap LXXXII

martes, 12 de febrero de 2008

Un signo de Dios

Casado con una mujer fervientemente católica, Saint-Exupéry también profesaba esta religión, pero sus creencias me recuerdan a las de los místicos del Siglo de Oro. El caíd de nuestra Ciudadela tiene la siguiente conversación con Dios:

-Señor -le dije (porque había un cuervo negro sobre una rama vecina)-, comprendo bien que sea señal de Tu majestad callarte. Sin embargo, tengo necesidad de un signo. Cuando termine mi plegaria, ordena volar a ese cuervo. Eso será como el parpadeo de otro distinto a mí y no estaré solo en el mundo. Estaré ligado a ti por una confidencia, aunque sea oscura. No pido nada sino que me sea significado que hay, quizá, algo por comprender.

Y observaba al cuervo. Pero se mantuvo inmóvil. Entonces me incliné hacia el muro.
-Señor -le dije-. Sin duda tienes razón. No corresponde a Tu majestad someterte a mis consignas. Si el cuervo se hubiera volado, me hubiese entristecido más hondamente. Porque un signo tan sólo lo hubiera podido recibir de un igual; por lo tanto, de mí mismo, reflejo todavía de mi deseo. Y nuevamente hubiera encontrado mi soledad.

Así pues, luego de prosternarme, volví sobre mis pasos.

Mas sucedió que mi desesperación cedía a una serenidad inesperada y singular. Me hundía en el fango del camino, me arañaba en las zarzas, luchaba contra el látigo de las ráfagas, y sin embargo, se hacía en mi una especie de claridad. Porque nada sabía que hubiera podido conocer con repugnancia. Porque no había tocado a Dios; pues un dios que se deja tocar no es ya un dios. Ni tampoco si obedece a la plegaria. Y por primera vez adiviné que la grandeza de la plegaria estriba en que no tiene respuesta y que no entra en ese cambio la fealdad del comercio. Y que el aprendizaje es el aprendizaje del silencio. Y que el amor comienza donde no hay ya don que esperar. El amor ante todo es ejercicio de la plegaria y la plegaria ejercicio del silencio.
Cap. LXXIII

domingo, 27 de enero de 2008

Sobre el sentido de la vida (II)

Continúo con el pasaje anterior:

Así, mi soldado quería morir. Él, que no había vivido más que con el sol y la arena; él, que no conocía ningún árbol iluminado, que apenas sabía la dirección del Norte, quería morir porque le habían dicho que en alguna parte estaban amenazados por la conquista, ese cierto olor a cera y ese determinado color de ojos, que los poemas le habían traído ligeramente llevados por el viento, como los aromas. Y no conozco razón más valedera para morir.

Porque ocurre que únicamente te alimenta el lazo divino que anuda las cosas. El cual se ríe de los mares y los muros. Y así, en tu desierto estás colmado por lo que existe en alguna parte, en una dirección que ignoras, entre extranjeros de los que nada sabes, por la espera de la imagen de un pobre objeto de madera barnizada que se hunde en los ojos de un niño como una piedra en las aguas dormidas.
Y ocurre que el alimento que recibes de ello puede justificar tu muerte. Y que yo alzaría ejércitos, si lo deseara, para salvar en alguna parte del mundo, un olor a cera.

Pero no alzaré ningún ejército para defender las provisiones. Porque ellas están hechas, y no tienes nada que esperar, sino cambiarte en rebaño taciturno.
Por eso es que si se extinguen tus dioses, no querrás ya morir por ellos. Pero tampoco vivirás. Porque no existen los contrarios. Si la muerte y la vida son palabras que se sacan la lengua, ocurre sin embargo, que vives solamente de lo que te hace morir. Y quien rechaza la muerte, rechaza la vida.
Porque si no hay nada por encima de ti, nada tienes que recibir. Sino de ti mismo. Pero ¿qué sacas de un espejo vacío?
Cap. CXXII

jueves, 3 de enero de 2008

Sobre el sentido de la vida (I)

Éste fragmento es uno de los más inspirados de toda la obra de Saint Exupéry. Por su extensión, lo dividiré en dos partes. No hay nada más que pueda aportar, tan solo leer y sentirse transportado...
Yo he conocido a aquel que quería morir porque había escuchado cantar la leyenda de un país del Norte y vagamente conocía que allí se anda una noche del año sobre la nieve, que es crujiente, bajo las estrellas, hacia iluminadas casas de madera. Y si entras en su luz luego de tu camino, y adosas tu rostro a los cristales descubres que esa claridad provienen de un árbol. Y te dicen que esa noche huele a juguetes de madera barnizada y a aroma de cera. Y de los rostros de esa noche te dicen que son extraordinarios. Pues contienen la espera de un milagro. Y ves a todos los viejos que retienen su aliento y fijan los ojos en los niños, y que se preparan a grandes estremecimientos del corazón. Porque en los ojos de esos niños va a pasar algo inalcanzable que no tiene precio. Porque lo has construido durante todo el año por medio de la espera, y los cuentos, y las promesas, y sobre todo por tu aspecto de saber y tus alusiones secretas y la inmensidad de tu amor. Y ahora vas a separar del árbol algún humilde objeto de madera barnizada y a tenderlo al niño según la tradición de tu ceremonial. Y ése es el instante. Y ya nadie respira. Y el niño pestañea, porque se lo ha arrancado del sueño. Y está sobre tus rodillas con ese aroma de niño fresco que acaban de sacar del sueño y que abraza tu cuello convirtiéndose en algo que es fuente para tu corazón, de lo cual tiene sed. (Y es el gran cansancio de los niños ser saqueados de una fuente que está en ellos y que ellos no pueden conocer, a lo cual se allegan a beber todos aquellos cuyo corazón ha envejecido, para rejuvenecer.) Pero los besos se han suspendido. Y el niño mira al árbol, y tú miras al niño. Pues se trata de escoger una sorpresa maravillosa como una flor que nace una vez al año en la nieve.
Y te sientes colmado por un determinado color de ojos que se vuelven oscuros. Pues el niño se curva sobre su tesoro para iluminarse por dentro del golpe, cuando el regalo lo ha tocado, igual que anémonas de mar. Y huiría si lo dejaras huir. Y ya no hay esperanza de alcanzarlo. No le hables pues no te escucha.
Cap. CXXII