Para Saint Exupéry, Dios no es una figura estática, no es una justificación de nuestras crueldades, sino una meta:
Por esto, si deseo enseñarte a Dios, te enviaré primero a escalar montañas, a fin de que, cima de estrellas, tenga para ti su plena tentación. Te enviaré a morir de sed en los desiertos, a fin de que las fuentes puedan encantarte. Después te enviaré seis meses a romper piedras hasta que el sol de mediodía te postre. Después de lo cual te diría: "Aquel a quien ha vaciado el sol de mediodía, está en el secreto de la noche que llega, pues, habiendo escalado la cima de estrellas, se abreva en el silencio de las fuentes divinas."
Y creerás en Dios.
Cap. LXXXI
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