Y no he visto que los hombres se transformaran por los argumentos de los lógicos, ni los he visto convertirse honradamente bajo el énfasis de un profeta bizco. Mas, al haberme dirigido a ellos en la esencia, por el juego de un ceremonial, los he abierto a miluz.
Reclamas el amor contra las reglas que lo prohíben. Y esas reglas han fundado el amor. Y la melancolía de no sentir el amor, la cual debes a las reglas, es ya amor.
El deseo del amor es el amor. Porque no sabrías desear lo que no has concebido todavía.
Cap. CXCIV
sábado, 26 de julio de 2008
El motor de la acción (II)
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