viernes, 20 de junio de 2008

El motor de la acción (I)

Saint Exupéry no da tanta importancia a la razón, a la argumentación dialéctica como fuente de la acción, o de proporcionarnos un sentido de la vida. Ciertamente yo soy bastante racional, porque creo que es uno de nuestros vehículos superiores, uno de los elementos que realmente nos hacen hombres, que nos distinguen de los animales. Y que es preferible moverse por impulsos racionales antes que por puras emociones. Entonces, ¿dónde está la diferencia?, ¿está defendiendo Saint Exupéry la motivaciones impulsivas o irracionales? No. Porque no debemos olvidar que aunque la razón nos hace más humanos, hay todavía un elemento superior a ella. En la antigua India lo llamaban Manas, que se suele traducir como Mente, pero en el sentido de mente universal o mente inegoísta. También se puede identificar con el Amor que nos integra con los demás a pesar de las diferencias. En lenguaje de Saint Exupéry, es una inclinación, es lo que nos integra e identifica más allá de las aparentes diferencias, el nudo que ata todas las cosas, es un campo de fuerza que nos mantiene unidos. En lenguaje actual se diría que es un sentimiento holístico o de globalidad. Pero vayamos a nuestro texto de hoy:
No olvides que tu frase es un acto. No se trata de argumentar si deseas hacerme obrar. ¿Crees que voy a determinarme por argumentos? Encontraré mejores contra ti.
¿O has visto a alguna mujer reconquistar su amor por un proceso que pruebe que ella tiene razón? (...)
Para fundar en ti el amor hacia mí, hago nacer a alguien que está en ti, que es para mí. Yo no te diré mi sufrimiento porque eso te disgustaría conmigo. No te haré reproches: ellos te irritarían con justicia. No te diré las razones que tienes para amarme, porque no las tienes. La razón de amar es el amor. No me mostraré tal como me querías. Porque a ése ya no lo quieres. De otra manera, aún me amarías. Pero te educaré para mí. Y si soy fuerte, te mostraré un paisaje que te convertirá en amigo mío.
Cap. CXXXVII